Sentado en
el Sur, donde el Sol alcanza su cenit y la luz se encuentra en su apogeo, el S••• V••• representa simbólicamente
el mediodía de la existencia: la juventud, la fuerza y el crecimiento interior.
Esta posición no es meramente decorativa; representa el momento en que la
energía vital está disponible en plenitud para la construcción. Por eso, es justamente
en esta fase simbólica que se encuentran los Hermanos Aprendices, quienes han
sido recién introducidos al templo y deben ser guiados con claridad, firmeza y
ternura por alguien que entienda que formar es una forma de amar. Aquel que
ocupa el sur no es solo un oficial de la logia: es el pedagogo, el centinela,
el sembrador. En sus manos reposa la responsabilidad silenciosa pero decisiva
de acompañar los primeros pasos de quienes inician el camino del Arte Real.
El título de
S••• V••• implica, en primer lugar,
vigilancia activa. No se trata de controlar, sino de observar con atención
amorosa, de acompañar con discernimiento, de custodiar el proceso interior de
transformación que cada A••• M••• inicia desde su ceremonia
de iniciación. Esta vigilancia se ejerce en múltiples planos: en el plano
ritual, asegurándose de que el Aprendiz conozca y practique correctamente los
signos, toques, palabras y principios del grado; en el plano simbólico,
ayudándole a leer los emblemas y herramientas con profundidad; y en el plano
moral, siendo guía en la vivencia de los valores masónicos, tales como el
silencio, la humildad, el trabajo constante, la rectitud, la fraternidad y el
respeto a la tradición.
El Segundo
Vigilante tiene la responsabilidad de abrir al Aprendiz las puertas del templo
interior. Su función no se agota en preparar para un examen ritual, sino que
consiste, ante todo, en formar iniciáticamente. Es decir, en ayudar a cada
nuevo hermano a interiorizar el sentido profundo de los símbolos, a reflexionar
sobre su propia piedra bruta, y a comenzar —con esfuerzo, paciencia y
constancia— la ardua tarea del perfeccionamiento de sí mismo. No basta con
transmitir información: es necesario despertar una conciencia. No basta con
enseñar gestos: hay que sembrar sentido.
Esta labor
no se realiza en solitario ni desde la abstracción. Requiere estructura,
método, tiempo y contacto humano. Por eso, resulta muy útil que el S••• V••• organice encuentros
regulares con los Aprendices, fuera de la tenida, donde puedan compartir
lecturas, plantear preguntas, repasar rituales y, sobre todo, construir
comunidad. Una pedagogía fraterna exige cercanía, empatía y paciencia. La
enseñanza masónica no se impone; se inspira. Por ello, cada conversación, cada
corrección, cada gesto de apoyo tiene un peso formativo incalculable. Así como
la piedra no se pule de un solo golpe, el espíritu del Aprendiz se forma en el
lento trabajo del ejemplo y la repetición.
Es
recomendable que el S••• V••• lleve un seguimiento
personal de cada Aprendiz, conociendo su progreso, sus dudas, su actitud en
tenida, y su evolución como hombre o mujer libre y de buenas costumbres. Puede
ser muy beneficioso mantener con cada uno de ellos una conversación fraterna,
íntima, sin rigidez, donde puedan abrir el corazón, compartir sus inquietudes,
y recibir orientación. De igual modo, es deseable que los motive a trabajar
intelectualmente, a escribir sus primeras planchas, a estudiar los textos
fundamentales de la Orden, y a comenzar a desarrollar un pensamiento simbólico
propio.
Nada de esto
será eficaz si el S••• V••• no encarna él mismo lo que
enseña. El ejemplo es el verdadero maestro. Un Vigilante que exige puntualidad,
pero llega tarde, que predica el estudio, pero no estudia, que habla de
fraternidad, pero no escucha ni acompaña, pierde autoridad moral ante los ojos
del Aprendiz. En cambio, cuando el Aprendiz ve en su Vigilante un Hermano
coherente, humilde, firme pero justo, estudioso y fraterno, entonces lo admira
y, por tanto, lo escucha. La pedagogía masónica es, ante todo, una pedagogía
del ser.
El S••• V••• debe también actuar en
estrecha colaboración con el P••• V••• y con el V••• M•••, informando sobre los
progresos de los Aprendices, aconsejando sobre su madurez para pasar al grado
de Compañero, y solicitando el apoyo de otros Maestros para reforzar el proceso
formativo cuando sea necesario. Formar no es tarea de un solo hermano, sino una
responsabilidad colectiva; pero recae en el S••• V••• la dirección de esa
sinfonía, como un director de orquesta que escucha, corrige y anima sin ahogar
la voz individual de cada instrumento.
Finalmente,
conviene que el S••• V••• no se olvide de formar
también a su propio sucesor. Todo oficio es transitorio, pero el legado de una
buena formación se perpetúa. Si logra sembrar en los Aprendices la semilla del
estudio, de la introspección, del servicio y del amor al símbolo, entonces
habrá cumplido con honor su deber. En cambio, si reduce su función a
formalismos sin alma, o delega su responsabilidad sin involucrarse, habrá
fallado a su logia y al Espíritu que la anima.
El S••• V••• es, en el fondo, un
artesano de conciencias. A él se le confía la luz del mediodía para que alumbre
el sendero de quienes empiezan. Que lo haga con la serenidad del Sol en lo
alto: sin estruendo, sin sombra, pero con toda la claridad de la Verdad que
solo se revela a quienes trabajan con rectitud, perseverancia y amor fraternal.
Esta labor
no se realiza en solitario ni desde la abstracción. Requiere estructura,
método, tiempo y contacto humano. Una pedagogía fraterna exige cercanía,
empatía y paciencia. La enseñanza masónica no se impone; se inspira.
Además de
guiar el aprendizaje de los principios del grado y la correcta ejecución de los
signos, el S••• V••• debe procurar que los
Aprendices reciban un plan de formación progresiva para el aprendiz masón
Estas
temáticas no deben ser impartidas como lecciones rígidas, sino como
invitaciones a la reflexión personal y colectiva. Es preferible que el Aprendiz
descubra por sí mismo, a partir de preguntas guiadas, el significado profundo
de los símbolos, para que la enseñanza toque su espíritu y no sólo su memoria.
El S••• V••• debe ser, pues, un
facilitador de sentido, un sembrador de inquietudes, un Hermano que muestra
caminos más que soluciones cerradas.
ANEXO
PLAN DE
FORMACIÓN PROGRESIVA PARA EL APRENDIZ MASÓN
Guía
práctica para el Segundo Vigilante
-El sentido profundo de la
ceremonia de iniciación: estructura, simbolismo, vivencia personal.
-El ingreso en la logia: derechos, deberes del Aprendiz y compromisos asumidos.
-El templo masónico:
significado del Oriente, Occidente, Sur, columnas, cuadro de logia, tres
grandes luces, tres columnas.
-La disciplina del
silencio y de la escucha.
-Principios del grado de
Aprendiz: repaso y comprensión profunda.
-Las herramientas del Aprendiz: La piedra bruta, el mazo, el cincel y la regla de veinticuatro pulgadas.
-Reflexión sobre el
trabajo del Aprendiz como símbolo del trabajo interior.
-La Escuadra: símbolo de
rectitud moral y de justicia.
-El Compás: dominio de sí
mismo, equilibrio interior.
-Las tres grandes luces
(Escuadra, Compás y Volumen de la Ley Sagrada).
-Las tres columnas
(Sabiduría, Fuerza y Belleza).
-Reflexión sobre los
principios de libertad, igualdad y fraternidad en la vida del Aprendiz.
-El método simbólico como
vía de autoconocimiento.
-El Arte Real como vía de
transformación del ser.
-La discreción masónica:
dimensión ética y prudencial.
-El trabajo interior como
tarea permanente: perfeccionamiento personal.
-La importancia de la
humildad y del servicio en la vida masónica.
-Revisión completa de los
principios del grado y ritual.
-Estudio reflexivo de
textos fundamentales (Constituciones de Anderson, rituales antiguos, planchas
clásicas de la Orden).
-El sentido de la
progresión de los grados: Aprendiz, Compañero, Maestro.
-La vida masónica fuera
del Templo: conducta profana y coherencia iniciática.
-Reflexión personal: ¿Qué
he aprendido como Aprendiz? ¿Estoy preparado para solicitar el aumento de
salario? ¿Qué aspectos debo seguir trabajando?
Principios metodológicos para el Segundo Vigilante
-Fomentar la reflexión, no
la mera memorización.
-Estimular la
participación activa en círculos de estudio.
-Usar preguntas abiertas
que inviten al pensamiento simbólico.
-Promover el trabajo
escrito: pequeñas planchas o reflexiones.
-Mantener siempre un
espacio de diálogo personal con cada Aprendiz.
-Evaluar no sólo el
conocimiento ritual, sino la madurez moral y la actitud general.
-Este plan es naturalmente
flexible: cada logia y cada Hermano tiene su propio ritmo.
-El Segundo Vigilante debe
actuar con discernimiento, adaptando la profundidad y el enfoque de los temas a
la evolución de sus Aprendices.